Títeres de carbón,
corretean a los segundos que se escapan
entre las aspas del sol;
Y en la curva de un nombre,
fracturada ella se detiene
con sus ojos pintados a cielo
y armada de grapas y carteles,
impregna sobre le macizo de mugre
los tumbos que su locura le impone.
Con tinta de sus ojos
confiesa la escritura de su herida;
camino de suplicio,
adivina su pasado,
ante el pavor
cunde a la deriva
su fe por la vida,
su sonrisa verdadera.
Son esquirlas de dolor que,
muerden sus pasos,
saquen su esperanza;
es dolor lo que denuncia
y no locura a la prisa
el dolor que la consume y la marea
un dolor implacable,
un dolor incurable.
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